Muchas veces me he puesto a pensar que los seres humanos somos muy inteligentes, algunos son más inteligentes que la mayoría y han creado cosas que nos sirven a todos, los avances tecnológicos han superado las expectativas de muchos, y en ese sentido el mundo nunca había cambiado tan rápido, siempre hay mejores aparatos, mejores máquinas que hacen que nosotros que casi no hacemos nada, hagamos mucho menos.
Lo que es sorprendente al respecto es que la madurez no ha ido evolucionando de manera proporcional con la tecnología, es como darle a un niño caprichoso sin autorregulación un arma sofisticada, porque toda la tecnología para nosotros es un arma, no hemos aprendido todavía a usarla con responsabilidad o rectitud, nos queremos meter donde no deberíamos, queremos controlarlo todo.
La tecnología ha dejado de ser una herramienta útil para fomentar el desarrollo humano, es una herramienta para hacer lo que queremos con mucho menos esfuerzo, cualquiera que esto sea.
Cuando cayeron las ciudades-estado, con la muerte de Aristóteles, cuando los seres humanos se tenían que enfrentar a vivir en sociedad de una manera diferente, empezaron a buscar en un ser superior la solución de los problemas, la espiritualidad surgió entre los hombres, y los ayudó a organizarse mejor, tal vez eso nos hace falta, un poco de consideración con el ser superior, si el infierno ayuda a una persona a ser buena, el infierno sirve, si por eso algunas personas prefieren no matar, no robar, no secuestrar a nadie sin importar que tan desesperados están, qué tiene de malo que lo crean, no podemos descartar la parte espiritual del hombre, porque podría ayudarnos a rescatar nuestra sociedad, aunque para muchos sean ideas retrógradas.
La felicidad no proviene de darnos todo cuanto nos plazca, proviene de hacer el bien para los demás, hasta que comprendamos esto, la tecnología nos ahogará, las guerras seguirán existiendo, la pobreza también y la humanidad seguirá superada por máquinas.
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